Si hacemos una observación honesta, aunque sea ligera, para que algo nos haga daño primero hemos tenido que decidir o aprender que esa cosa es importante para nosotros. Da igual que sea la pareja, el dinero, la belleza, la amistad y por su puesto la salud.
De punto de partida vivimos en un mundo donde se dice que las tres cosas más importantes en la vida son la salud, el dinero y el amor, da igual el orden aunque según pasan los años para la mayoría de nosotros la salud pasa a ser la primera. He dicho “se dice” porque se dice y de tanto que se dice hemos llegado a creérnoslo sin cuestionarlo, pero ¿Esa importancia es real o aprendida?
En el dibujo no parece que la importancia sea la misma para todo el mundo. En sus últimos días Pau Donés estando muy débil y consumido, unas semanas antes de morir, decía que le hubiera gustado tener más tiempo para vivir, ni siquiera pedía estar sano, sólo vivir. Supongo que no seré la única que con diagnósticos infinitamente más leves o que con síntomas mucho menos molestos, ha pensado que vivir así es una mierda o que no merece la pena vivir.
Lo que el dibujo parece mostrarnos es que respecto a la enfermedad ni todos sentimos lo mismo, ni le damos el mismo significado, ni le otorgamos la misma importancia.
En el número uno de prioridades de Stephen Hawking estaba su pasión por el conocimiento y la investigación del origen del universo, no digo que le gustara estar como estaba pero, desde luego, no podremos negar que no le quitó las ganas de vivir.
En mi caso, tuve un padre con una enfermedad crónica. Crecí sintiendo cada día su anhelo de ser un hombre “sano” y, lo más importante, crecí creyendo que todas las cosas que él le atribuía a la enfermedad provenían realmente de esta. Durante muchos años no hubo ningún espacio para abrirme a la posibilidad de que los sentimientos que él tenia pudieran provenir de dentro de él y no de la enfermedad.
Mi mejor amigo también tiene también una enfermedad crónica, sin embargo, su actitud ante la enfermedad es muy diferente a la de mi padre siendo su enfermedad más limitante en el día a día. De los tres hijos que tiene no observo en ninguno una gran preocupación por estar enfermos ni un gran miedo cuando esta aparece.
Probablemente todos en la adolescencia le hemos dado una extrema importancia a algo que ahora no seria capaz de movernos un pelo. Un simple grano un día antes de la fiesta de fin de curso podía arruinarnos la fiesta y de hecho lo hacía. Lo importante en ese momento era lucir bien y mejor que el de al lado y no el hecho de compartir el fin de una etapa con nuestros compañeros. Sin embargo, 20 años después un grano en una fiesta importante, aunque nos saliera en el mismo sitio, no tendría la capacidad de arruinarnos la noche porque, efectivamente, el grano no tiene ninguna poder por sí mismo a no ser que nosotros se lo prestemos.
Es probable que parte de la importancia que le damos a la enfermedad sea aprendida. Lo que os propongo es una revisión consciente de la importancia de la enfermedad en vuestras vidas y mucho más importante que nos abramos a la posibilidad de que, aunque aparente serlo, se deba a que nosotros le hemos prestado toda la importancia que tiene.
MÉTODO LND 